El militarismo como categoría política ha estado siempre presente en la vida republicana de las naciones latinoamericanas. Balo distintas expresiones y modalidades ha marcado el quehacer político y a buena parte de las personas que hecho y hacen vida política en estas comunidades próximas a celebrar200 años de iniciar movimientos autonomistas que conducirían a romper lanzas con el dominio español.
Respetados sociólogos politólogos, historiadores y estudiosos en general, llegan a coincidir en la definición más simpe del militarismo: el predominio del factor militar de la sociedad sobre el resto del componente civil. Las coincidencias apuntan a afirmar que quien posee armas, presillas o charreteras, uniforme y recibe una formación de orden cerrado, está “ungido” por la providencia, la naturaleza o por designios mayoritarios a hablar, dirigir, violar leyes y hacer lo que se le venga en ganas con la población. El mesianismo forma parte de los elementos que se conjugan para definir el militarismo en su aplicación a la política.
El hecho de portar un uniforme ya de por sí hace creer que esto supone una superioridad, que la autoridad que se detenta es para imponer su voluntad y que los gobernados son súbditos, entes sumisos, quizás borregos a quienes sólo le queda obedecer. La ley de los cuarteles “las órdenes se obedecen, no se discuten”, es aplicada a la sociedad en general. Esto origina una falsa concepción de autoridad y un esquema gubernativo piramidal en el cual el vértice se convierte en eje que controla todos los poderes y hasta decide como se debe comer, trabajar y respirar el pueblo.
Con esta mentalidad aplicada al ejercicio de la política se tiene como resultado que la nación sería una gran hacienda, manejada a su antojo por un “factótum”, ayudado por capataces por áreas para hacer cumplir la “voluntad” y deseos del designado. Los recursos naturales y económicos que pertenecen a todos son dispuestos sin consultar y otorgados a dedo porque así lo dispone el poder centralizador. Resulta característico de estos regímenes emprender una carrera armamentista, la compra de armamento y recursos bélicos, así como el aumento de hombres en los cuarteles tiene prioridad sobre la salud, educación y servicios públicos.
Pero no es necesario usar armas y uniforme para asumir conductas del militarismo. Este también existe entre los civiles, gran parte de la sociedad no militar está impregnada de características de esta, categoría, manifestados en su hogar, en Los sitios de trabajo y en su aplicación para la política. Se trata de un esquema de sujeción mental en la cual el individuo considera que solamente los portadores de fusiles y bayonetas están aptos para gobernar y que la autoridad hay que ejercerla con rigor, a la fuerza y mirando a los demás por encima del hombro. Consideran que en la vida no hay más opción, obedecer, ser sumiso y disponerse a cumplir señalamientos de “mi comandante”
Hay varias maneras de alimentar el militarismo entre los civiles, una es a través de los hombres que han prestado servicio militar quienes ya vienen acostumbrados a obedecer; otra es, por medio de la sensación que produce estar cerca o compartir los mismos “ideales” con el gran jefe, también el efecto de las migajas que da el poder, quien las recibe se siente obligado a la sumisión. La coerción económica extraeconómica influye en la plataforma de opinión de las mayorías, más si desde tiempos atrás, las sociedades han tenido regímenes apoyados en o por las armas. Parte de la sociedad civil ve en el militar Misias y acepta que este sirve para mandar y que hay que obedecer sin razonar, sus caprichos y veleidades enfermizas.
En Venezuela, a lo largo de nuestra historia política republicana hemos visto gobiernos militarismo en tres versiones: el viejo militarismo de a caballo del siglo XIX y buena parte del siglo XX, donde los jefes militares asaltaban con sus mesnadas el poder e imponían sus propósitos. El militarismo modernizador devenido en dictadura de los años 50 del siglo XX y el actual gobierno cuya base es la democracia, por lo tanto legitima su manera de llegar al poder, pero en su forma de gobernar, la toma de decisiones, el mesianismo exhibido, la concepción piramidal de gobernar, la concentración de poderes, la conformación de un partido político –militar, la existencia de numerosos militares activos y retirados en cargos claves de la administración publica entre otros: nos llevan a afirmar que se trata de otra variante del militarismo, así se le haga creer al pueblo que se trata de un proyecto político del siglo XXI.
Sin dejar a un lado la conducta militarista del actual régimen nacional, queremos plantear más en concreto la actuación del gobierno regional, cuya 1egtimidad nadir pone en discusión, al asumir posturas netamente militaristas y prácticas de la última dictadura militar vivida en Venezuela. El caprichoso cambio oficial de fecha de; Día del Yaracuy dejó al desnudo las actuaciones inspira das en fundamentos del militarismo, cuando todas las huellas históricas demuestran que la auténtica celebración es el 19 de marzo, se empeñan en imponer el 28 de marzo para empalmar con los deseos del gran líder nacional.
El militarismo como categoría política impone la exaltación a algún héroe o una fiesta nacional, en este caso, regional, para rendir culto y tratar de obtener beneficio político. En nuestro estado aprovechando el paso de Ezequiel Zamora por estos predios el 28 y 29 de marzo de 1859 y con el mal uso de fuentes historiográficas, pretendieron inflar el regionalismo cambiando la efeméride local. El gobierno estatal invirtió una alta suma de dinero en propaganda, franelas, costosos avisos en medios impresos y audiovisuales, desfile, condecoraciones, dramatizaciones, actos públicos y movilizaciones de personas en busca que una mentira dicha miles de veces se convierta en verdad, todo esto el mejor estilo de regímenes que dejaron ingratos recuerdos en el mundo y el país
Encontramos una gran similitud en esta celebración oficial del Día del Yaracuy con la Semana de la Patria organizada por el gobierno regional de la dictadura perezjimenista.
En aquella época el gobierno obligaba a los empleados públicos, educadores y estudiantes a asistir a los desfiles, bajo pena de ser despedidos portando pantalón azul, camisa blanca, corbata azul, en su mano una banderita tricolor los centros educativos debían preparar alegorías y dramatizaciones de lemas patrióticos. Los militares se encargaban de preparar a empleaos estudiantes para los desfiles, y en fechas previas trancaban las avenidas de San Felipe para los ensayos y se encargaban con todo aquel que se negara a desfilar a que alegara algún impedimento. Llegado e gran día, las fuerzas públicas controlaban la ciudad para beneplácito de los gobernantes, solo que en aquella oportunidad no sobrevolaban aviones ni helicópteros.
Para continuar con las semejanzas, los panegiristas del actual gobierno regional han conseguido decretos referidos al 28 de marzo como día del Yaracuy ordenados por el dictador local, Guillermo Cordido, muy aficionado a eventos y fiestas patrióticas para ocultar la represión, la corrupción y la inversión del gasto público en sus haciendas. Como se trata es de mentir, estos “estudiosos” no señalan que los decretos de “Guillermito”, así era conocido el gobernante, estaban orientados a exaltar la fecha del 28 de marzo de 1864 cuando la constitución liberal establece la creación de 20 entidades federales y que erróneamente la Asamblea Legislativa de 1945 lo tomò como celebración regional, hasta que la misma Asamblea en 1959 hace el correctivo y se fija el 19 de marzo como la efeméride regional.
El decreto de Cordido Rodríguez no tiene nada quecon los planteamientos de Ezequiel Zamora en San Felipe, se quiere engañar al pueblo yaracuyano con la manipulación de fechas. Lo que los “estudiosos” del gobierno local deben buscar es la Proclama de Zamora y demostrar con pruebas que esto no es un circo.
A veces los extremos se tocan. Cosas del militarismo. (Ramón Avendaño Lugo
Yaracuy a l Día, 12 abril de 2010)
Respetados sociólogos politólogos, historiadores y estudiosos en general, llegan a coincidir en la definición más simpe del militarismo: el predominio del factor militar de la sociedad sobre el resto del componente civil. Las coincidencias apuntan a afirmar que quien posee armas, presillas o charreteras, uniforme y recibe una formación de orden cerrado, está “ungido” por la providencia, la naturaleza o por designios mayoritarios a hablar, dirigir, violar leyes y hacer lo que se le venga en ganas con la población. El mesianismo forma parte de los elementos que se conjugan para definir el militarismo en su aplicación a la política.
El hecho de portar un uniforme ya de por sí hace creer que esto supone una superioridad, que la autoridad que se detenta es para imponer su voluntad y que los gobernados son súbditos, entes sumisos, quizás borregos a quienes sólo le queda obedecer. La ley de los cuarteles “las órdenes se obedecen, no se discuten”, es aplicada a la sociedad en general. Esto origina una falsa concepción de autoridad y un esquema gubernativo piramidal en el cual el vértice se convierte en eje que controla todos los poderes y hasta decide como se debe comer, trabajar y respirar el pueblo.
Con esta mentalidad aplicada al ejercicio de la política se tiene como resultado que la nación sería una gran hacienda, manejada a su antojo por un “factótum”, ayudado por capataces por áreas para hacer cumplir la “voluntad” y deseos del designado. Los recursos naturales y económicos que pertenecen a todos son dispuestos sin consultar y otorgados a dedo porque así lo dispone el poder centralizador. Resulta característico de estos regímenes emprender una carrera armamentista, la compra de armamento y recursos bélicos, así como el aumento de hombres en los cuarteles tiene prioridad sobre la salud, educación y servicios públicos.
Pero no es necesario usar armas y uniforme para asumir conductas del militarismo. Este también existe entre los civiles, gran parte de la sociedad no militar está impregnada de características de esta, categoría, manifestados en su hogar, en Los sitios de trabajo y en su aplicación para la política. Se trata de un esquema de sujeción mental en la cual el individuo considera que solamente los portadores de fusiles y bayonetas están aptos para gobernar y que la autoridad hay que ejercerla con rigor, a la fuerza y mirando a los demás por encima del hombro. Consideran que en la vida no hay más opción, obedecer, ser sumiso y disponerse a cumplir señalamientos de “mi comandante”
Hay varias maneras de alimentar el militarismo entre los civiles, una es a través de los hombres que han prestado servicio militar quienes ya vienen acostumbrados a obedecer; otra es, por medio de la sensación que produce estar cerca o compartir los mismos “ideales” con el gran jefe, también el efecto de las migajas que da el poder, quien las recibe se siente obligado a la sumisión. La coerción económica extraeconómica influye en la plataforma de opinión de las mayorías, más si desde tiempos atrás, las sociedades han tenido regímenes apoyados en o por las armas. Parte de la sociedad civil ve en el militar Misias y acepta que este sirve para mandar y que hay que obedecer sin razonar, sus caprichos y veleidades enfermizas.
En Venezuela, a lo largo de nuestra historia política republicana hemos visto gobiernos militarismo en tres versiones: el viejo militarismo de a caballo del siglo XIX y buena parte del siglo XX, donde los jefes militares asaltaban con sus mesnadas el poder e imponían sus propósitos. El militarismo modernizador devenido en dictadura de los años 50 del siglo XX y el actual gobierno cuya base es la democracia, por lo tanto legitima su manera de llegar al poder, pero en su forma de gobernar, la toma de decisiones, el mesianismo exhibido, la concepción piramidal de gobernar, la concentración de poderes, la conformación de un partido político –militar, la existencia de numerosos militares activos y retirados en cargos claves de la administración publica entre otros: nos llevan a afirmar que se trata de otra variante del militarismo, así se le haga creer al pueblo que se trata de un proyecto político del siglo XXI.
Sin dejar a un lado la conducta militarista del actual régimen nacional, queremos plantear más en concreto la actuación del gobierno regional, cuya 1egtimidad nadir pone en discusión, al asumir posturas netamente militaristas y prácticas de la última dictadura militar vivida en Venezuela. El caprichoso cambio oficial de fecha de; Día del Yaracuy dejó al desnudo las actuaciones inspira das en fundamentos del militarismo, cuando todas las huellas históricas demuestran que la auténtica celebración es el 19 de marzo, se empeñan en imponer el 28 de marzo para empalmar con los deseos del gran líder nacional.
El militarismo como categoría política impone la exaltación a algún héroe o una fiesta nacional, en este caso, regional, para rendir culto y tratar de obtener beneficio político. En nuestro estado aprovechando el paso de Ezequiel Zamora por estos predios el 28 y 29 de marzo de 1859 y con el mal uso de fuentes historiográficas, pretendieron inflar el regionalismo cambiando la efeméride local. El gobierno estatal invirtió una alta suma de dinero en propaganda, franelas, costosos avisos en medios impresos y audiovisuales, desfile, condecoraciones, dramatizaciones, actos públicos y movilizaciones de personas en busca que una mentira dicha miles de veces se convierta en verdad, todo esto el mejor estilo de regímenes que dejaron ingratos recuerdos en el mundo y el país
Encontramos una gran similitud en esta celebración oficial del Día del Yaracuy con la Semana de la Patria organizada por el gobierno regional de la dictadura perezjimenista.
En aquella época el gobierno obligaba a los empleados públicos, educadores y estudiantes a asistir a los desfiles, bajo pena de ser despedidos portando pantalón azul, camisa blanca, corbata azul, en su mano una banderita tricolor los centros educativos debían preparar alegorías y dramatizaciones de lemas patrióticos. Los militares se encargaban de preparar a empleaos estudiantes para los desfiles, y en fechas previas trancaban las avenidas de San Felipe para los ensayos y se encargaban con todo aquel que se negara a desfilar a que alegara algún impedimento. Llegado e gran día, las fuerzas públicas controlaban la ciudad para beneplácito de los gobernantes, solo que en aquella oportunidad no sobrevolaban aviones ni helicópteros.Para continuar con las semejanzas, los panegiristas del actual gobierno regional han conseguido decretos referidos al 28 de marzo como día del Yaracuy ordenados por el dictador local, Guillermo Cordido, muy aficionado a eventos y fiestas patrióticas para ocultar la represión, la corrupción y la inversión del gasto público en sus haciendas. Como se trata es de mentir, estos “estudiosos” no señalan que los decretos de “Guillermito”, así era conocido el gobernante, estaban orientados a exaltar la fecha del 28 de marzo de 1864 cuando la constitución liberal establece la creación de 20 entidades federales y que erróneamente la Asamblea Legislativa de 1945 lo tomò como celebración regional, hasta que la misma Asamblea en 1959 hace el correctivo y se fija el 19 de marzo como la efeméride regional.
El decreto de Cordido Rodríguez no tiene nada quecon los planteamientos de Ezequiel Zamora en San Felipe, se quiere engañar al pueblo yaracuyano con la manipulación de fechas. Lo que los “estudiosos” del gobierno local deben buscar es la Proclama de Zamora y demostrar con pruebas que esto no es un circo.
A veces los extremos se tocan. Cosas del militarismo. (Ramón Avendaño Lugo
Yaracuy a l Día, 12 abril de 2010)
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