Es casi un lugar común decir que quienes no recuerdan su pasado están condenados a repertorio; quizá por esto el gran Juan Rulfo sentenció que en México es imposible enterrar de manera definitiva a los difuntos, como forma de mantener presente un pasado que es arrebatado del imaginario colectivo para hacerla recurrente. En Venezuela hemos; o mejor, han logrado enterrar a nuestros difuntos, pero al precio de morir un poco como ellos.
Toda una ideología nos ha dejado sin pasado y pretende escamoteamos el futuro; nos han hecho creer que sólo el accionar providencial de un grupo de individualidades que actuaron siempre por encima de una masa inerte; es lo único reconocible y real en nuestra historia, porque así como el pueblo carece de historia es incapaz de vislumbrar futuro alguno.
Pasado y futuro nos ha sido arrebatado por toda una ideología; por ello la Revolución Bolivariana anda 'recordando al pueblo su pasado para que no vuelva a repetido y anticipando el mañana para que pueda vivido.
No es por pura casualidad que en su extensa Historia Fundamental de Venezuela, lL. Salcedo Bastardo, dedica sólo cinco (5) páginas de setecientos setenta y nueve (779) a las culturas aborígenes; toda una historia oficial postula que la conquista europea rescató a los aborígenes de un abominable salvajismo reduciendo a la nada las culturas de estos pueblos del lado de acá del atlántico. El tiempo de América, según esta historia oficial, comenzó el 12 de octubre de 1492. Si revisamos los textos escolares y hasta los programas escolares con los cuales aún hoy todavía trabaja una inmensa mayoría de nuestros maestros, existe un marcado énfasis en los aportes de Europa a la cultura indígena y por ningún lado aparece el aporte de América a Europa.
La historia oficial, según Brito García, y así es reconocido por quienes decimos tener el "menos común" de los sentidos; presta poca o ninguna atención a las luchas de castas, a las rebeliones y cumbes de esclavos, a la progresiva ocupación del territorio, al avance de las misiones, a las arremetidas de piratas y corsarios, a la rebelión de los comuneros, a la consagración de las autonomías de cabildos y municipios.
Las dos breves décadas de las guerras de independencia (1810 - 1830) ocupan en la historia oficial un espacio desmesurado, esta historia se centra en una versión casi mítica y a la acción exclusiva de un puñado de semidioses, cuya muerte prematura dejó a América en la abyección más absoluta. La historia oficial, luego de la muerte de Bolívar, cubre siglo y medio (150 años) de vida republicana con una densa niebla, según la cual aquí hubo una especie de eclipse en donde se perdieron veintiún (21) lustros, Salcedo Bastardo (dixit); y en los cuales sólo hubo luchas intestinas, Laureano Vallenilla Lanz (dixit).
Por supuesto que para esta historia oficial el negro Andresote fue un asaltante de caminos, un bandolero que andaba por allí "comiéndose a tiernos muchachitos"; igualmente; y aquí es donde quería llegar, para ellos, los de la historia oficial, positivista y populista es preferible reconocer una fecha que es el producto de un gobierno conservador, godo y reaccionario cuya base es un "círculo de hierro formado por advenedizos burócratas, prestamistas leguleyos y prevaricadores" (Bias Bruzual, citado por Brito Figueroa); que aceptar que Ezequiel Zamora el 29, no el 28 de marzo de 1859, luego de tomar el día anterior a San Felipe, convocó al pueblo a una asamblea abierta y procedió a instituir una nueva entidad federal con el nombre de Estado Yaracuy, no provincia, como lo estableció Monagas en 1855. Mediante el sistema de elección directa, con participación de todos los ciudadanos, se eligió el gobierno provisional revolucionario, igualmente fueron electos por el sistema de votación directa los jueces y los miembros del poder municipal.
En el nuevo Estado Yaracuy, Zamora ordenó: " ... no atropellar ni violar por ninguna causa, motivo ni pretexto, derecho alguno de los ciudadanos, especialmente en sus opiniones políticas ... "; por allí oí decir a una de estas "nulidades .engreídas", absolutamente lo contrario a esto que cita Brito Figueroa en "Tiempos de Zamora"; está, la verdad verdadera.
Coinciden en defender el 19 de marzo como Día de Yaracuy; historiadores oficiales, positivistas y populistas; estos últimos son los peores puesto que, son seres ambiguos que son todos los discursos y ninguno; todos los significados y ningún significante. De nuevo habrá debate, bienvenido; eso sí, no traigan piedras ni descalificaciones en las alforjas; traigan ideas y argumentos. Mientras, el Día del estado Yaracuy se celebra el 28 de marzo; como es y debe ser.
(Publicado en el diario Yaracuy al Día 2010, Ángel Gamarra)
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