Estimado profesor, usted ha instado al debate sobre este tema, razón que me permite comentar algunos extractos de su artículo, intitulado “Día del estado Yaracuy”. Sin embargo, está claro que ese eventual debate será siempre cojitranco, puesto que la decisión ya está tomada y ya fue publicado el número del decreto. Para que una propuesta de debate sea respetuosa es menester que sea concebida con fecha razonable, sin sorpresas, ni ventajas indebidas; con espíritu democrático, es decir, con ciertas condiciones mínimas. De lo contrario es una burla. Todos tenemos derecho a equivocarnos, pero debemos procurar no decir disparates. Acepto el reto comentando sus asertos.
1.-Cito: “nos han hecho creer que sólo el accionar providencial de un grupo de individualidades que actuaron siempre por encima de una masa inerte, es lo único reconocible y real en nuestra historia”
¿No es lo mismo que critica usted, lo que el CLEY y el gobierno regional pretenden hacer al cambiar pretoriana y drásticamente una fecha conmemorativa, portadora de una ceremonia que los yaracuyanos estamos acostumbrados a realizar en un día ya arraigado en la consciencia popular, sin que medie una plena consulta al pueblo, que ha sido portaestandarte de esa tradición por más de cinco décadas? ¿No es acaso una actitud providencial, pretender arrogarse el derecho a sospechar lo que le conviene al pueblo, cuando el comportamiento de éste, por generaciones, ha sido contrario? ¿No sería más adecuado a nuestras leyes atender al principio “refundante” de democracia participativa y protagónica, haciendo participar al pueblo en estas ejecutorias?
2.-Sobre el pensamiento reaccionario y la crítica a la historia oficial. Usted afirma que los de la historia oficial prefieren reconocer una fecha que es producto de un gobierno conservador, godo y reaccionario. Vamos por parte, ¿cuando ustedes desde sus alturas, deciden cambiar la fecha del día del Yaracuy del 19 por el 28 de marzo, no pretenden implantar una historia oficial? ¿El meollo se reduce, forzosamente, al enfrentamiento de dos visiones oficiales?
Sobre el pensamiento reaccionario, estoy seguro de que éste dejó de ser monopolio de la derecha. Digo que es reaccionario, pretender dar al traste con una tradición arraigada por décadas sin la adecuada consulta ciudadana, sin el más mínimo debate, sin ninguna “inculcación” y sin consulta a la comunidad científica, que son los referentes sociológicos de toda garantía de interpretación históricamente verdadera.
Si algo caracteriza al reaccionario es su pretensión de ser superior a los demás, su resistencia a oír al pueblo, su desconfianza en él. El reaccionario exhibe su desconfianza en las capacidades de la ciudadanía para involucrarse activamente en la gestión de políticas públicas. Se resiste a abrir todos los canales de participación existentes, porque su providencial pensamiento le advierte que la ciudadanía no los empleará; intuye que nuestra cultura política de siglos seguirá reforzando la pasividad, la atomización, el inmovilismo
Esta desconfianza inconfesada y reticente que desde las cúpulas se tiene hacia el pueblo no es nueva en nuestra historia; se nota en los orígenes mismos de nuestras repúblicas. La tuvieron, igualmente, nuestros libertadores y, por tal razón, se les llamó a nuestras revoluciones fundacionales, “revoluciones conservadoras”.
3.-Sobre la ojeriza a las versiones míticas de la historia. Toda sociedad, históricamente determinada, genera una matriz fundante socio-cultural, que constituye el paradigma real epistemológico de todo horizonte semántico significativo, empírico-simbólico e históricamente comunicable, es decir, produce un fundamento histórico-cultural último. El nombre que la antropología le da a esta realidad última es “mito originario, mito inaugural, mito fundacional o mito de primera vez”
Los antropólogos han afirmado que el ámbito específico del discurso histórico solo podrá ser explicado recurriendo al fundamento histórico de todos los discursos posibles, que no es otro que el discurso originario de los mitos históricos fundacionales. Si los antropólogos, entre otros científicos, vienen defendiendo por décadas el valor cultural de los mitos fundacionales, ¿por qué empeñarse en devaluar y anatemizar lo mítico?
El rechazo a las versiones míticas o cuasi míticas es más una estrechez de miras que una actitud razonable. Son pruebas en contrario los aportes del sicoanálisis freudiano y los aportes del cubano-venezolano López Pedraza. El origen mítico de pueblos como el germano, el romano o el griego no ha sido motivo de ruina o vergüenza para ellos, sino de orgullo.
La prueba de que el mito no es nada despreciable, es el tema que nos ocupa. Nuestras naciones no van a ser mejor o peor porque tengan un origen cuasi mítico o no; sólo van a ser mejor si comprenden el alcance de nuestros mitos fundacionales, que se conocen, también, como “actos de institución”.
En este sentido, la conmemoración del día de Yaracuy, en los términos en que se ha venido realizando a la fecha, es el resultado de un acto de institución que ha funcionado apoyado en una adhesión generalizada; una ceremonia que ha deducido su identidad social concreta de una práctica histórica determinada. Ceremonia que ha logrado consagrar o legitimar una fecha, a operar solemnemente o de manera lícita.
Se trata de una ceremonia que ha generado la propiedad de nuestra diferente identidad social, esencializada como límite.
Para resolver este asunto del día de Yaracuy hay que detectar los límites marcadores de la identidad del Yaracuy, que por eso mismo, son diferenciadores con respecto a la identidad de los demás estados; ese será el locus obligado referencial considerado como principio y origen discriminador. Este locus será un a priori social o mito de origen, llamado también mito fundacional, inaugural o de primera vez (prometo desarrollar el tema de los mitos fundacionales si la mítica tolerancia permite un debate real y los lectores no se aburren).
4.-Sobre la poca o ninguna atención a la consagración de las autonomías de los cabildos y municipios de parte de la historia oficial. He dejado en último lugar mi comentario a esta afirmación suya. En mi humilde opinión, la conformación de eso que llaman la yaracuyaneidad, es muy anterior a la ejecutoria zamorana de declarar el Estado Federal de Yaracuy. No es el acto revolucionario de Zamora el que le da nacimiento al gentilicio yaracuyano, al ser yaracuyano. Lo que, ciertamente, hace Zamora, es revestir a la Provincia de Yaracuy de otra cualidad política; pero el germen de la yaracuyaneidad, aunque no lo queramos reconocer, comienza, seguramente, con la lucha emprendida, antes por la ciudad de San Felipe, y posteriormente, por su cabildo, aspectos que la cima de su oficialidad pretende ocultar.
No estoy en contra de reivindicar a Zamora, ni a favor de su descontextualización. Me considero un zamorano con dudas, pero sin mala fe.
5.-La ciudad y el pueblo, por su parte, sobreviven a la arrogancia de sus tiranos; por Roma y Rusia pasaron muchos y éstas siguen de pie. La política es un asunto demasiado serio para dejarla sólo en manos de los políticos.
6.-Es indefectible consultar al destinatario de toda política; al ser humano de carne y hueso. Me resisto a una cultura y estilo políticos por encima del individuo, para atormentar al prójimo.
Por Samuel López Castillo
samuellopez33@gmail.com
crónicasyaracuyanas.blogspot.com
1.-Cito: “nos han hecho creer que sólo el accionar providencial de un grupo de individualidades que actuaron siempre por encima de una masa inerte, es lo único reconocible y real en nuestra historia”
¿No es lo mismo que critica usted, lo que el CLEY y el gobierno regional pretenden hacer al cambiar pretoriana y drásticamente una fecha conmemorativa, portadora de una ceremonia que los yaracuyanos estamos acostumbrados a realizar en un día ya arraigado en la consciencia popular, sin que medie una plena consulta al pueblo, que ha sido portaestandarte de esa tradición por más de cinco décadas? ¿No es acaso una actitud providencial, pretender arrogarse el derecho a sospechar lo que le conviene al pueblo, cuando el comportamiento de éste, por generaciones, ha sido contrario? ¿No sería más adecuado a nuestras leyes atender al principio “refundante” de democracia participativa y protagónica, haciendo participar al pueblo en estas ejecutorias?
2.-Sobre el pensamiento reaccionario y la crítica a la historia oficial. Usted afirma que los de la historia oficial prefieren reconocer una fecha que es producto de un gobierno conservador, godo y reaccionario. Vamos por parte, ¿cuando ustedes desde sus alturas, deciden cambiar la fecha del día del Yaracuy del 19 por el 28 de marzo, no pretenden implantar una historia oficial? ¿El meollo se reduce, forzosamente, al enfrentamiento de dos visiones oficiales?
Sobre el pensamiento reaccionario, estoy seguro de que éste dejó de ser monopolio de la derecha. Digo que es reaccionario, pretender dar al traste con una tradición arraigada por décadas sin la adecuada consulta ciudadana, sin el más mínimo debate, sin ninguna “inculcación” y sin consulta a la comunidad científica, que son los referentes sociológicos de toda garantía de interpretación históricamente verdadera.
Si algo caracteriza al reaccionario es su pretensión de ser superior a los demás, su resistencia a oír al pueblo, su desconfianza en él. El reaccionario exhibe su desconfianza en las capacidades de la ciudadanía para involucrarse activamente en la gestión de políticas públicas. Se resiste a abrir todos los canales de participación existentes, porque su providencial pensamiento le advierte que la ciudadanía no los empleará; intuye que nuestra cultura política de siglos seguirá reforzando la pasividad, la atomización, el inmovilismo
Esta desconfianza inconfesada y reticente que desde las cúpulas se tiene hacia el pueblo no es nueva en nuestra historia; se nota en los orígenes mismos de nuestras repúblicas. La tuvieron, igualmente, nuestros libertadores y, por tal razón, se les llamó a nuestras revoluciones fundacionales, “revoluciones conservadoras”.
3.-Sobre la ojeriza a las versiones míticas de la historia. Toda sociedad, históricamente determinada, genera una matriz fundante socio-cultural, que constituye el paradigma real epistemológico de todo horizonte semántico significativo, empírico-simbólico e históricamente comunicable, es decir, produce un fundamento histórico-cultural último. El nombre que la antropología le da a esta realidad última es “mito originario, mito inaugural, mito fundacional o mito de primera vez”
Los antropólogos han afirmado que el ámbito específico del discurso histórico solo podrá ser explicado recurriendo al fundamento histórico de todos los discursos posibles, que no es otro que el discurso originario de los mitos históricos fundacionales. Si los antropólogos, entre otros científicos, vienen defendiendo por décadas el valor cultural de los mitos fundacionales, ¿por qué empeñarse en devaluar y anatemizar lo mítico?
El rechazo a las versiones míticas o cuasi míticas es más una estrechez de miras que una actitud razonable. Son pruebas en contrario los aportes del sicoanálisis freudiano y los aportes del cubano-venezolano López Pedraza. El origen mítico de pueblos como el germano, el romano o el griego no ha sido motivo de ruina o vergüenza para ellos, sino de orgullo.
La prueba de que el mito no es nada despreciable, es el tema que nos ocupa. Nuestras naciones no van a ser mejor o peor porque tengan un origen cuasi mítico o no; sólo van a ser mejor si comprenden el alcance de nuestros mitos fundacionales, que se conocen, también, como “actos de institución”.
En este sentido, la conmemoración del día de Yaracuy, en los términos en que se ha venido realizando a la fecha, es el resultado de un acto de institución que ha funcionado apoyado en una adhesión generalizada; una ceremonia que ha deducido su identidad social concreta de una práctica histórica determinada. Ceremonia que ha logrado consagrar o legitimar una fecha, a operar solemnemente o de manera lícita.
Se trata de una ceremonia que ha generado la propiedad de nuestra diferente identidad social, esencializada como límite.
Para resolver este asunto del día de Yaracuy hay que detectar los límites marcadores de la identidad del Yaracuy, que por eso mismo, son diferenciadores con respecto a la identidad de los demás estados; ese será el locus obligado referencial considerado como principio y origen discriminador. Este locus será un a priori social o mito de origen, llamado también mito fundacional, inaugural o de primera vez (prometo desarrollar el tema de los mitos fundacionales si la mítica tolerancia permite un debate real y los lectores no se aburren).
4.-Sobre la poca o ninguna atención a la consagración de las autonomías de los cabildos y municipios de parte de la historia oficial. He dejado en último lugar mi comentario a esta afirmación suya. En mi humilde opinión, la conformación de eso que llaman la yaracuyaneidad, es muy anterior a la ejecutoria zamorana de declarar el Estado Federal de Yaracuy. No es el acto revolucionario de Zamora el que le da nacimiento al gentilicio yaracuyano, al ser yaracuyano. Lo que, ciertamente, hace Zamora, es revestir a la Provincia de Yaracuy de otra cualidad política; pero el germen de la yaracuyaneidad, aunque no lo queramos reconocer, comienza, seguramente, con la lucha emprendida, antes por la ciudad de San Felipe, y posteriormente, por su cabildo, aspectos que la cima de su oficialidad pretende ocultar.
No estoy en contra de reivindicar a Zamora, ni a favor de su descontextualización. Me considero un zamorano con dudas, pero sin mala fe.
5.-La ciudad y el pueblo, por su parte, sobreviven a la arrogancia de sus tiranos; por Roma y Rusia pasaron muchos y éstas siguen de pie. La política es un asunto demasiado serio para dejarla sólo en manos de los políticos.
6.-Es indefectible consultar al destinatario de toda política; al ser humano de carne y hueso. Me resisto a una cultura y estilo políticos por encima del individuo, para atormentar al prójimo.
Por Samuel López Castillo
samuellopez33@gmail.com
crónicasyaracuyanas.blogspot.com
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